septiembre 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

LAS PRUEBAS DEL  VERDADERO AMOR (I)


"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).
¿Realmente amas a tu novio? ¿Realmente amas a tu novia? Compara tu amistad personal y tu vida de amor con Juan 3:16.
"Porque . . . Dios". Todo verdadero amor tiene que ser para Dios. No sabemos lo que significa amar mientras no podamos colocar sin egoísmo al Señor Jesús  primero, y a causa de nuestro amor hacia él, preocupamos por todos los que conocemos. El amor cristiano tiene que producirse dentro de un real compañerismo y testimonio cristiano. Nuestro amor tiene que ser santo, apartado para Dios. El hombre que nunca ha abandonado su modo egoísta de vivir, realmente nunca ha aprendido a amar de ningún modo. Todo lo que hace, lo hace con el motivo de que le traiga más felicidad. Luego, si los demás encajan en su propio placer y en sus propios intereses, también los hará felices. Si no encajan, no los hará felices. Y esto no es de inguna manera el amor real. No conoces el real significado de cualquier clase de amor, hasta que experimentes el amor de Dios. Este amor será el control, la guía, el cuidado que respaldará todas nuestras acciones y palabras. Sin él, no habrá otra cosa que amistades superficiales basadas en nuestros propios intereses o en la atracción sexual que se basa totalmente en el deseo físico. Honestamente pregunto ahora: ¿Estás amando a tu amigo o a tu amiga para la gloria de Dios? ¿Comenzaste esta amistad para agradar y honrar a Dios? ¿O es sólo un pasatiempo del diablo y su grupo? El amor nunca busca lo suyo.

"De tal manera amó ... " El amor real, el amor de Dios, es especial. Puede sentirse más profundamente que cualquiera otra clase de amor, pero no es sólo un sentimiento. Está trémulamente «vivo para todo el gozo y el dolor que nos rodean en el mundo, pero no es sólo una compasión sensible. El amor es mucho más que un sentimiento; también incluye a la inteligencia. Ninguno que ame con el amor de Dios simplemente "se enamora" alguna vez; eso es romance. Aunque los sentimientos románticos son bellos y emocionantes, no son suficientes para mantener unido un matrimonio. El amor de Dios es, ante todo, una sabia decisión para la mayor felicidad de la persona amada. El amor es un acto de la voluntad; algo que uno hace; es algo cierto y cuidadoso. Si eres una señorita, tienes que prometer al Señor que le presentarás a tu novio para buscar la aprobación de él, y que no confiarás en tus propios sentimientos para saber si te conviene continuar las relaciones amorosas con él. Te es muy fácil permitir que los sentimientos dominen tu corazón; pero si quieres ser una mujer de Dios, no puedes hacerlo. Si eres hombre, ¿tu primer motivo al entrevistarte con esta chica es el de llevarla más cerca de Jesús? Tal vez tengas sentimientos muy fuertes que te atraen hacia ella; pero recuerda que los sentimientos te los puede producir cualquiera que sea interesante o atractiva, con sólo mostrarte cierto interés o dedicarte cierta atención. Y no puedes casarte ni vivir con todas las que hagan esto. Disfruta de tus sentimientos, pero no permitas que tu afecto domine tu mente y tu voluntad. El amor necesita tiempo; piensa antes de comprometerte. Si confías en tus sentimientos, pudieres ser profundamente herido. Confía en Dios. Aprende lo que significa la expresión "de tal manera amó". No destruyas tu pureza y tu futuro a causa de una glándula que está sobrecargada. Si amas a Dios, no vendas a un bajo precio el cuerpo y los afectos que él te dio.

". . . al mundo. . ." El amor quiere que todos entren en su felicidad; el amor tiene un gran corazón. Si amas a tu amigo o a tu amiga con el amor de Dios, querrás que el mundo lo sepa. ¿Amas de este modo? Siempre puedes distinguir el afecto superficial y falso. Es egoísta; quiere tenerlo todo para sí. Si amas con el verdadero amor no tratarás de controlar exclusivamente la vida de tu amigo o de tu amiga. No tendrás envidia, ni te preocuparás si pasa mucho tiempo con otra persona, pues le tienes confianza. Deja libre a quien amas para que haga sus propias decisiones delante de Dios. El verdadero amor se preocupa por todas las criaturas y voluntariamente no causa dolor. No se parcializa hacia unos pocos seleccionados; padece de daltonismo. ¿Te preocupas por compartir tu amor con otros? ¿Quieres hablar al mundo acerca de la persona que amas? Si tienes envidia, no amas con el amor de Dios. Si no puedes dar el testimonio de Cristo ni orar con la persona con quien tienes una cita, realmente no la amas. ¿Tienes suficiente confianza en el ser amado como para compartirlo con otros? ¿Lo admiras tanto que tienes la seguridad de que no te defraudará en ninguna situación ni con ninguna otra persona en ningún tiempo?

". . . que ha dado. . ." El verdadero amor siempre quiere dar. El amor busca maneras de hacer que losdemás se sientan felices todo el tiempo. Si pudiera, ayudaría a todos de la misma manera; pero hace lo que puede. Por su misma naturaleza, el amor se negará a sí mismo para promover un bien mayor cuando sea prudente hacerlo. ¡Puedes dar sin amar, pero no puedes amar sin dar! El amor se preocupa por la felicidad de Dios y por las necesidades de los demás; sólo piensa en lo suyo dentro de este contexto. El amor nunca usa a la otra persona como un instrumento para el placer o la popularidad personales. Ahora bien, ¿quieres compartir con tu amor? ¿Quieres dar regalos, aunque sean costosos? ¿Cuando la ves, piensas en términos de lo que a ella le gustaría? Cuando él te llama, ¿tienes algo naturalmente para él? ¿Merece él que le des la plena devoción de tu corazón? ¿Piensas que ella merece el trabajo amoroso de tus manos?

"... a su Hijo unigénito ... " El verdadero amor siempre tiene un precio. El amor le costó a Dios su propio Hijo; y al Señor Jesús le costó su vida. Amar significa que estás dispuesto a entregar todo por el ser amado. Cuando domina el amor, tú escoges las cosas según su verdadero valor, y no simplemente por ganancia personal. El amor considera el precio, pero no se queda en la consideración. Ahora, ¿cuánto amas a Dios? Lo amas lo suficiente como para despedir a alguno que está creciendo en tus afectos, si te das cuenta de que esto interfiere en la voluntad de Dios para ti? ¿Tienes en Dios aquella confianza sin reservas que hace que su verdadero hijo, aunque le duela por un tiempo, le diga: "Hágase tu voluntad, Padre"? Esta es una prueba costosa, pero tienes que estar preparado para aplicártela. ¿Amas a Dios lo suficiente como para abandonar el amor terrenal, si él te lo pide? Cuando hayas pasado por esta prueba, comprenderás el gozo de escuchar a Dios para tener una vida de amor feliz.

continuara...


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