MITO Nº 4: «La homosexualidad es aceptable siempre y cuando es natural para la persona (es decir, nació así). No existe esperanza alguna de que el homosexual cambie». Como líderes de la Iglesia, vamos a tener que enfrentar la cuestión de la homosexualidad y el lesbianismo más y más. El ambiente en que salen homosexuales es cada vez más común en la sociedad. Más que nunca tenemos que aferrarnos a lo que dice la Biblia y no a lo que dice la literatura existente sobre el tema. Saber que la homosexualidad es un pecado (no el pecado sino un pecado) le dará esperanza al que la practica, porque para el pecado hay perdón y esperanza de cambiar. «...y esto eráis algunos...» (1 Corintios 6:9).
MITO Nº 5: «El amor (difícil de definir para el mundo, pero por lo general un sentir (algo inesperado que sucede sin previo aviso) es la base para el matrimonio». Esto suena bien al juzgarlo a la ligera. Pero, ¡cuántas veces hemos escuchado en la sala de consejos «pero, hermano, lo(a) amo» como si esto contestara (y disculpara) una relación adúltera o diera licencia para un divorcio (con la idea de casarse con otro)! En ningún lugar la Biblia dice que el amor es la base para el matrimonio. En cambio, establece que el matrimonio es la base para el amor. Pablo dice: «...amad a vuestras esposas» (Efesios 5:25) en vez de «casaos con vuestras amantes». Esto no significa que uno no debe estar enamorado de su futuro cónyuge, sino que enfatiza la importancia de amar al cónyuge actual.
MITO Nº 6: «La juventud moderna es más madura y está más preparada para el matrimonio en cuanto a los temas sexuales porque sabe de todo y porque muchos han experimentado el contacto sexual». Es muy cierto que la juventud actual sabe mucho más acerca del sexo que la juventud de mi época, pero ¿necesariamente significa que la hace más apta para disfrutar del sexo dentro del matrimonio? ¡Lo dudo! La mayoría de los chicos aprenden sobre los temas sexuales a través de conversaciones con los amigos, chistes subidos de tono, libros pornográficos o semi-pornográficos; en fin, de un ambiente totalmente fuera del contexto bíblico. La juventud, por lo tanto, sí sabe mucho del sexo--la mecánica--pero muy poco sobre cómo el sexo está relacionado con el amor. El reto es aún más grande: enseñar a toda una generación cómo el contacto físico encaja con el amor--dentro del matrimonio.
MITO Nº 7: «La juventud es la que tiene problemas con la codicia, una vez casada cesa el problema». Es intrigante ver las clasificaciones de las películas: «para mayores de 18 años» como si la pornografía sólo afectara a los menores de 18 años. Probablemente la pornografía afecte más a los casados y a los que han jugado con el sexo que a los que son vírgenes. Un artículo dice:
«Varios son los que afirman, y hay evidencia para sostenerlo, que antes de que una persona experimente el acto sexual, sólo tiene curiosidad y deseos sexuales, pero una vez experimentado, comienza a tener pasión sexual. Es como si el acto sexual encendiera un motor que estaba apagado. Después de encenderlo, la persona batallará con la pasión sexual. Este es un fuerte argumento en contra de la masturbación y las relaciones prematrimoniales. Dios hizo que la pasión sexual se encendiera dentro del matrimonio, en donde hay posibilidad de satisfacerla». (Fui Violada, Apuntes Pastorales, Volumen II, número 4, diciembre 1984-enero 1985).
Nunca llegaremos a comprender cuánto y de qué manera la pornografía ha torcido la mente de los hombres. Cuando el varón codicia a las chicas en revistas pornográficas, en películas, y en la calle, diversifica su deseo sexual y pervierte sus relaciones sexuales matrimoniales. En cambio el deseo sexual de hombre que se mantiene fiel en mente y cuerpo, es semejante a muchos ríos angostos -- son profundos. Este hombre no malgasta su energía sexual con otras, sino que guarda todo para su esposa. La pornografía es una trampa, un callejón sin salida. Ofrece educar, promete «enriquecer la vida íntima» pero hace todo lo contrario. Destruye los pensamientos puros de un hombre hacia una mujer y provoca la codicia. La pornografía hace que la conciencia sea menos sensible al pecado sexual, y en forma progresiva cada vez se necesita más para provocar el mismo estímulo. Por lo tanto, muchos se enredan más y más en actos cada vez más pervertidos.
Jaime Mirón
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