
Una vez había un hombre que fue a una isla lejana. Allá le contaron de un tianguista llamado Juanito, quien llegaba frecuentemente a la misma isla y pagaba una dote de 8 vacas por su esposa. Con dos o tres vaquitas hubiera comprado una esposa más o menos, con cuatro o cinco vacas hubiera conseguido una estupenda mujer. ¿OCHO VACAS?. Por qué, usted pregunte. ¡Imagínese, por ocho vacas uno podría conseguir a la más hermosa de las mujeres, de todas las que han existido!. En verdad Sarita era muy fea, flaquita. Los de la Isla Kiniwata dijeron a la visita. Ella caminaba agachando la cabeza, arrastrándose con sus hombros encogidos. Ella en verdad se espantaba de su propia sombra, se decían. Me imagino que Juanito Lingo la amaba muchísimo y por esto no le pareció mucho pagar las 8 vacas. En verdad, le dijeron. Es por lo mismo que se ríen los demás en la isla cuando hablan de Juanito Lingo el tianguista. Les da risa pensar que el más astuto de los tianguistas, hubiera pagado 8 vacas por la hija de un aburrido Sam Karoo. ¿Pero cómo es?.... nadie en verdad sabe, pero todo el mundo pregunta. Si todos en Kiniwata que conocieron a Sam Karoo le dijeron que no debía pedir más de 3 vacas por su hija, y si le tocaba fuerte el regateo, que terminara aceptado 2 vacas por su hija. Pero cuando llegó Juanito el tianguista a la casa de Sam Karoo aquel día, le dijo al viejo. “Papá de Sarita” “¡YO TE OFREZCO OCHO VACAS POR TU HIJA!”. La visita fue de la Isla Kiniwata, y pasó a Nurabandi.
Él preguntaba cómo llegar a la casa de Juanito el tianguista. No notó risas o falta de respeto de los conciudadanos, los Nurabandianos, cuando preguntaba “¿dónde vive el joven Lingo, el recién casado?”. Y cuando se presentó al joven tianguista, serio, alto, él me dio una bienvenida cordial, calurosa, y me pasó dentro de su casa hasta la sala. El visitante admiraba mucho que los mismos Nurabandianos habían respetado al joven tianguista por su trueque de compra-venta de la hija de Sam Karoo por 8 vacas. Cuando a solas platicaron, le preguntó Juanito: “¿A poco tuviste interés en mi asunto y por esto llegaste a Nurabandi, nuestra isla?”. ¡Sí!. “¿Y qué te dijeron de mí en la isla de mi suegro?”. “¡Pues me dijeron que si hay algo que yo necesite, usted es el mejor tianguista y consigue todo a buen precio!”. “¿Sabes que mi esposa es de Kiniwata?”. “¡Sí, eso también me dijeron!”. ¿Y qué te dijeron de ella, allá?. “No mucho”. No, en verdad, “dime qué te dijeron de mi esposa”.

Juanito “¿por qué en verdad terminaste pagando ocho vacas por ella?”. En la isla de Kiniwata todo el mundo debe saber por qué pagué 8 vacas por ella. Juanito empezaba a hablar, inclinándose para atrás, llenando sus pulmones de aire, erguido y orgulloso. “¡Siempre y para siempre ellos van a hablar de una dote pagada por Juanito Lingo de ocho vacas por Sarita!. Mire no más (pensaba dentro de si la visita). “Pura vanidad”. “Sí”. Fue vanidoso Juan Lingo y por eso pagó 8 vacas. En ese momento entró Sarita a la sala. Él la observaba mientras ella ponía un arreglo de flores sobre la mesa. Sarita se paró, fijándose en los ojos de la visita, dándole una sonrisa y salió en forma majestuosa y la visita palideció. Ella en verdad era la mujer más fina que había contemplado. Caminaba alrededor del cuarto como si fuera una princesa real con su cabeza en alto y digna. La chispa que llevaba en sus ojos lo decía todo, ella estaba muy orgullosa, y tenía razón para sentirse así. Volteó la vista el huésped para mirar nuevamente a Juanito. “¿Claro que si, tú la admiras.. verdad?”. Sí, sí en verdad, contestó la visita, con un suspiro. “¡Pero no es la misma Sarita de Kiniwata!”. Ella no parece la misma Sarita de quien me contaban en Kiniwata. “¿Cómo no va a ser la misma Sarita de Kiniwata?”, contestó Juanito. Tal vez no te parece así por la forma en que te lo contaron allá. Sí, a mi me dijeron que era muy fea, flaquita, y que tenía miedo de su propia sombra. Todos dicen que fuiste engañado por Sam Karoo el papá y se burlan mucho de ti. “¿Tú piensas que ocho vacas fueron muchas las que yo pagué por ella?”, preguntó Juanito con una mirada de orgullo. “¡No, ocho vacas no eran demasiado!”… pero como ahora está tan cambiada y diferente de cómo la describían allá, dijo la visita. Míralo de esta manera, decía Juanito a su huésped. “¿Qué le significaría a una mujer saber que su marido regateó y ofreció lo más barato para obtenerla?”. Después, cuando las mujeres se juntan y hablan, una de ellas dice “¿no sabes cuanto pagó mi marido para obtenerme a mí?. Y luego otra dice, “Por mi, mi marido pagó cuatro vacas” y una más dice “Por mí…seis”. “¿Cómo va a sentirse la mujer que fue conseguida por tres, dos.. o hasta UNA SOLA VACA?”. “¡Yo no voy a permitir que esto sucede con mi Sarita!”. La visita habló, “¿entonces, sólo pagaste 8 vacas para que Sarita pudiera sentirse feliz?”.

Anónimo

Sígueme en Twitter para obtener lo nuevo que se publica en el blog
Sígueme en Instagram para que no te pierdas nada del blog
Seguir en Instagram