
De Fred: El comienzo de mi historia

Con respecto a las novias, las consideraba un compromiso de mucho esfuerzo que me distraería de mi meta: ser el mariscal de campo número uno del estado. Como cualquier verdadero jugador de fútbol, sin embargo, tenía un interés más que pasajero en la sexualidad. Tenía una adicción por la página central de Playboy desde que encontré un montón de revistas debajo de la cama de mi papá cuando yo estaba en el primer grado de la escuela primaria. También descubrí ejemplares de Desde el sexo hasta los sesenta, una publicación llena de chistes obscenos e historietas cómicas sexuales.
Cuando mi papá se divorció de mi mamá, se mudó a un apartamento de soltero, donde colgó en su sala un gigantesco cuadro de terciopelo de una mujer desnuda. Yo no podía evitar mirar ese cuadro como un mural cuando jugábamos cartas mientras lo visitaba los domingos por la tarde. En otras ocasiones, me daba una lista de tareas cuando pasaba a verlo. Una vez, mientras vaciaba la basura de su habitación, me encontré unas fotos de su amante desnuda. Todo esto causó que se despertaran sentimientos sexuales en lo más profundo de mi interior.
Las películas de Hollywood me llenaron de una curiosidad lujuriosa y una fogosa pasión. En una película, Diana Ross le vertió un cubo de hielo en el estómago a su jefe mientras él tenía un orgasmo, lo que parecía intensificar la experiencia. Quedé boquiabierto. ¿Qué era esto? Yo me pasaba los días dándoles vueltas a esas escenas en mi mente. En esas raras ocasiones en que salía con una chica cuando no era temporada de juegos, esos sentimientos profundos se revolvían y burbujeaban. Demasiado a menudo me extralimitaba con la chica mientras trataba de meter una mano debajo de su sostén.
Aun así, mi pasión por el fútbol mantenía mis deseos sexuales bajo control. Jugaba muy bien y me nombraron «Atleta del año» en la Escuela Secundaria Thomas Jefferson, una formidable escuela en Cedar Rapids. Me ofrecieron becas completas en la Academia de la Fuerza Aérea y en la Universidad de Yale.
Sin embargo, tenía sueños más grandes: jugar fútbol con el PAC- 10, aun si eso significaba tratar de que el equipo me escogiera como un principiante. No aceptaría nada menos. Pronto me encontré frente a mi casillero en la Universidad de Stanford contemplando asombrado el conocido casco blanco con una S roja y el nombre Stoeker pegado con cinta adhesiva en el frente. Me puse mi casco y lo aseguré en mi barbilla, y corrí con orgullo al campo para tratar de ganarme una posición en el equipo. En corto tiempo todo el mundo en el país conocería mi nombre cuando lanzara largos pases a la zona de anotación. Vivía mi sueño.
En una tarde, ese sueño se rompió en mil pedazos. Era uno de ocho mariscales de campo calentándose ese día. Con el rabillo del ojo vi a Turk Shonert, un recluta del sur de California tirando pases perfectos de treinta y cinco yardas. Tres de los otros mariscales de campo eran tan buenos que los cuatro serían parte del primer equipo de Stanford y jugarían en la liga profesional más adelante. Yo, junto con Corky Bradford, primer mariscal de campo del estado de Wyoming, y mi compañero en el dormitorio Wilburn lo veíamos sin darle crédito. No había manera que ninguno de nosotros tuviera la capacidad para competir con estos atletas. Cuando esa tarde murieron mis sueños de fútbol, puse mi atención en… las mujeres. Fotos de mujeres desnudas.
Continuará...
Tomado de la Batalla de cada hombre Joven

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